Desde la Terapia Breve Estratégica hay tres tipos básicos de descontrol frente a la comida: la bulimia, el síndrome de vómito y el trastorno por atracón (o binge eating). Son cuadros distintos y deben tratarse con técnicas y maniobras comunicativas distintas, como explican especialistas en psicoterapia.
La doctora María Andrea Hernández, directora del Centro de Terapia Estratégica de Bogotá, explica que los pacientes bulímicos, por ejemplo, devoran de forma compulsiva grandes cantidades de comida, pero sin eliminación (vómitos, laxantes), al contrario de la creencia común. “Tienen gran fragilidad emotiva y dificultad de controlar sus reacciones”, señala. Intentan solucionarlo controlando aquello que les gusta comer, pero finalizan picando todo el día o comiendo de forma desordenada, incurriendo en obesidad crónica. Para profundizar sobre los subtipos de bulimia, la psicóloga recomienda el libro Las prisiones de la comida, por Giorgio Nardone, Roberta Milanese y Tiziana Verbitz (Herder, 2002).
En el síndrome de vómito, por el contrario, se intenta deshacer el efecto de una ingesta inmensa de comida o atracón. “Estas personas jóvenes, en su mayoría mujeres, cuando han vomitado por un periodo superior a tres meses, no pueden parar de hacerlo”, señala Hernández, quien lo describe como un ritual que el paciente encuentra placentero y que por tanto “constituye y alimenta el problema”. Estas, observa, son personalidades más transgresivas y manipuladoras en sus relaciones que las bulímicas.
¿En qué se diferencia del trastorno por atracón? En este último, refiere Hernández, la persona alterna periodos largos de abstinencia de comida con otros de transgresión intensa o atracones programados. Ellos compensan su descontrol con extensos ayunos.
No es un mal hábito…
¿Cómo saber si se está ante un auténtico trastorno por atracón (TA) o de un caso de malos hábitos alimenticios? Quien padece el primero tiene tiempos en los que se siente muy confiado y seguro de sí mismo (cuando consigue abstenerse de la comida) y otros de poca confianza e inseguridad personal (en sus periodos de atracones de comidas peligrosas). En las mujeres, sobre todo, esto se refleja en una inmensa insatisfacción con la imagen corporal y las capacidades personales.
“Por el contrario”, precisa Hernández, “una persona con malos hábitos de alimentación no presenta esta fragilidad emotiva, sino que simplemente come de forma desordenada durante el día o se alimenta exclusivamente de comidas consideradas dañinas para la salud”.
Por: María Andrea Hernández
Publicado el 5 de febrero de 2017, Le revista El Universo, Guayaquil – Ecuador